Podemos aprender mucho de un artista cuando entramos en su taller, cuando vemos las piezas en proceso, los materiales esperando ser transformados y las huellas que dejan las manos en el oficio. Esa es la esencia de Registro, el ciclo de Inmendoza que en esta segunda entrega nos abre la puerta de Victoria Corazón, el espacio donde la artista visual Victoria Díaz moldea la cerámica y explora en ella la belleza de la deformidad.

El taller es un refugio, una burbuja donde conviven floreros con fresias y crisantemos, vasijas cargadas de símbolos y poemas que nacen casi sin pensarlos. Entre arcillas coloreadas y bocetos garabateados en cuadernos, la también gestora y tallerista encuentra el pulso de su obra: un hacer físico, sensible y brutal que la conecta con el presente y con lo que vibra en la sociedad.
Nos adentramos en su mundo para descubrir cómo trabaja, qué la inspira y de qué manera lo cotidiano, lo imperfecto y lo sensible se convierten en materia viva de su obra.
Registro #002 Victoria Díaz – “La deformidad es mi huella”

¿Cómo llegaste a trabajar la cerámica?
En la secundaria me enamoré completamente de la cerámica; le pedí a mis papás que me compraran materiales aparte de lo que hacía en la escuela. Empecé como autodidacta y después entré a la Facultad de Artes de la UNCuyo, a cerámica, y me formé también en talleres de artistas. Siempre tuve muy decidido que quería ser artista. Mi hermano –Facundo Díaz, artista y gestor cultural– me marcó el camino, él me mostró que además del proceso creativo hay que tener una idea clara.
¿Qué nos cuenta tu obra? ¿Qué expresás a través de ella?
Mi obra es un reflejo, un análisis de lo que pasa en la sociedad, voy sacando conclusiones de lo que veo y trato de representarlo. Existe un paralelo entre la política y la vida. La vida es muy dura y la cerámica también, logro algo muy expresivo con un material serio. Trabajo desde esos puntos conceptuales porque todo lo que pasa me conmueve, me toca alguna fibra. Soy una artista muy pensante, investigo mucho. Hay cosas autorreferenciales, pero no las muestro como tales, sino como algo que puede estar pasando a muchos. Igual, ahora, por primera vez hice una obra muy personal con dos rosas descansando en una cama que representa a mi salud y a la salud pública, que está en riesgo. Fue una manera de hablar de ambas cosas. Cada pieza es como un relato.
Vemos la imperfección como sello en tus piezas, sobre todo en tus vasijas…
La deformidad es mi huella, muchas veces son las formas de mis dedos, de apretar la arcilla, de golpearla. Esa brutalidad también deja ADN en la obra. La deformidad representa la subjetividad y surge, justamente, de ese contenido que vendría a llenar las vasijas. Me interesa que no sea algo académico sino vital y que deje lugar para que cada persona lo interprete desde su propia mirada. Busco frescura en lo espontáneo, en el trazo, en la línea, en el color y me gusta dejar las rajaduras que puedan aparecer en las cocciones, las incorporo al diseño, para mícada pieza es un cuerpo, entonces la tomo como una ‘herida real’, de hecho en una obra la resalté al ponerle brillitos como si fueran una curita.
Tus fuentes también son muy representativas. ¿Qué hay detrás de ellas?
La primera surgió de las marchas por el agua, una temática que me movilizó mucho. Luego, en la pandemia, hice una fuente que se activaba entre dos personas, una servía vino y la otra lo recibía. Después vino la fuente roja, que habla del amor y del deseo, y nunca la activé, quería que estuviera seca, porque hoy cuesta mucho encontrarse en persona, los vínculos quedan mucho en el chat y casi no hay contacto real.

¿Qué determina que tu obra esté terminada?
Es muy loco porque tengo el boceto y en lo práctico quedaría terminada pero en la realidad podría no terminar nunca porque el trabajo de investigación puede no terminar. Creo que es la decisión lo que determina que se terminó.
Hay muchos cuadernos sobre tu mesa de trabajo…
Mis bocetos son muy graciosos porque no tienen perspectiva ni mucha forma y trabajo en paralelo con varios cuadernos donde suelo repetir lo que estoy dibujando; soy del lápiz y la hoja, cero tecnología. Varios de mis bocetos estuvieron en mi librito con poemas, suelen aparecer formas y palabras entonces uno ambos universos.
¿Con qué materiales trabajás y qué colores predominan en tu obra?
Uso arcilla blanca de baja temperatura, llego a los 1040 grados, que sería loza. Modelo a mano y casi no utilizo ninguna otra herramienta, a veces ensamblo para lograr piezas más grandes de varios cuerpos. Trabajo mucho con lo binario, por eso uso los colores rosa y celeste, a veces turquesa, siempre en tonos pasteles; no soy de hacer mezclas sino que uso los colores tal como son, uso las masas coloreadas con esmaltes.
¿Qué sucede con vos cuando cruzás la puerta de Victoria Corazón, tu galería taller?
Es estar en mi burbuja, en mi mundo hermoso, con mucho afecto, que me aleja de todo lo que está afuera. Cuando trabajo puede haber mucho orden o mucho caos pero lo que siempre existe es conexión. Moldear la cerámica es un proceso muy físico y requiere que yo esté presente, sentís la arcilla y entrás como en un trance que hasta te lleva a la meditación y a olvidarte de todo. Me gusta tener flores en el taller en floreros que hago yo, así se llena de vida y color el espacio.
Hablamos de un trabajo actual diferente al que venías haciendo, ¿cómo lo describís?
Son trabajos bidimensionales, como cuadros de cerámica ‘chatos’. Siempre trabajé con volumen y ahora es la primera vez que estoy haciendo algo en formato pequeño. Quería llevar la deformidad a lo plano, además estoy incorporando arcilla coloreada sobre la pasta, algo que suele ser a la inversa, siempre me arriesgo, agarro las piezas y voy pintando por chorreado, las muevo, estoy re salvaje y curtida. Igualmente siento que necesito renovarme un poco, intelectual y creativamente.

¿Lo veremos en una nueva muestra?
Esas piezas son para la primera obra conjunta que haré con mi hermano, expondremos en una galería de Rosario. A la par estoy trabajando en una súper muestra, un homenaje a Colette Boccara (creadora del diseño Colbo), quiero que sea re mostra, con vidrio, esculturas de mesas, muebles grandes. Su nombre será Fuerza Compartida y hablará de la potencia, utilizaré elementos con fuerza como el sol, la montaña y el mismo gres rojo que utiliza la marca para crear su vajilla.
¿Sabés por dónde vendrá esta renovación que sentís necesitar?
Ahora tengo muchas ganas de aprender otras cosas como grabado y costura… Quiero usar otros materiales porque si bien mi fuerte es la cerámica también he trabajado con otras disciplinas como el vidrio, los telares y videos de stop motion; esos estuvieron en mi última muestra, fue muy simple pero logré cerámica en movimiento bruto y me gustó. Fue darle otra vida a la cerámica.
¿Te emociona tu obra actual, las piezas que están naciendo ahora?

Sí, un montón porque de cierta forma estoy dejando un poco la cabeza de lado, estoy solucionando cosas de modo más rápido. La vida me emociona y la conexión con las personas.
Salir del taller de Victoria Díaz es llevarse el recuerdo del olor a arcilla húmeda, de la imagen de las vasijas y el boceto de sus poemas que laten en cada pieza. En Victoria Corazón, lo imperfecto se vuelve huella y lo subjetivo encuentra forma en la cerámica, como si la materia hablara con la misma intensidad que las emociones.
Así, el ciclo Registro vuelve a recordarnos que detrás de cada obra hay un mundo íntimo, un espacio vital donde nacen las ideas y los gestos que luego vemos en las salas y muestras.









