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La aventura de ser nómade (¿sólo por un rato?)

Distintos tipos de hospedaje. Ocio mezclado con trabajos varios. Trayectos y momentos compartidos con seres de lo más variopintos. Experiencias que emocionan, que producen adrenalina, que “vuelan la cabeza”. Así fue la travesía de dos mendocinos por Latinoamérica.

“Creo que todos buscamos lo mismo, no sabemos muy bien qué es ni donde está…”. Así le canta Andrés Calamaro a la libertad, ese maravilloso estado que muchos encuentran en el hecho de viajar. Como Milu y Álvaro, dos mendocinos que un día decidieron “colgar los botines” y se embarcaron en una travesía de siete meses que comenzó en América del Norte.

Alvaro Pelicciari (30) y Milu Acuña (27) se conocieron en 2011 trabajando en las oficinas de una tarjeta de crédito cuyana. Él economista, ella publicista, tenían ya una sólida relación cuando comenzaron a gestar su viaje.

 

NI 1 -1-1 México (Rivera maya)
En Playa del Carmen, la ciudad más grande y cosmopolita de la Riviera Maya.

 

Hace unos años, antes de recibirse, Álvaro había viajado a Hawaii con el programa Work and travel. Esa experiencia que duró 4 meses le quedó “dando vueltas en la cabeza”. Aburrido de la  oficina, aunque con proyectos de abrir un bar, empezaron a planificar el viaje. “La idea era abrir el local, trabajar unos meses e irnos, pero se dilataba la apertura cada vez más y Milu me apuraba. Inauguramos y dos semanas después nos fuimos, previamente mandar nuestros telegramas de renuncia a la empresa para la que trabajábamos. El plan era viajar entre 4 y 5 meses, aunque sabíamos que se podía estirar un poco más”, cuenta Álvaro.

¿Cuánto tuvo ese viaje de planificación y cuánto de improvisación?, nos preguntamos. Algunos ahorros, predisposición para trabajar prácticamente de lo que fuera y una amiga de Milu, María, que les daría alojamiento en Playa del Carmen, México, como para empezar.

 

NI 2 México San Cristóbal de las Casas
San Cristóbal de Las Casas, en el estado de Chiapas. Allí también hicieron una parada.

 

“Yo diría que un 80% de improvisación y un 20% de planificación. Si bien la idea era comenzar en México e ir bajando por Centroamérica y Sudamérica hasta volver a Argentina, no teníamos ningún destino pensado, estábamos dispuestos a lo que surgiera, a la oportunidad laboral que se diera. Estábamos atentos a los comentarios de la gente, lugares que nos recomendaban otros viajeros”, asegura Álvaro.

En Playa del Carmen los días pasaron volando en esas playas paradisíacas mientras Milu trabajaba en un restaurante y Álvaro alquilaba motos de agua. La convivencia de los cuatro -faltó nombrar al perro de María, Maver- resultó exitosa, por lo que luego de un mes, los chicos decidieron seguir viajando juntos. Los cuatro. Compraron un auto del ’86 y atravesaron México de este a Oeste, del mar Caribe al Pacífico.

 

NI 3 México van en el Santuario
La simpática van en la que dormían Milu y Álvaro mientras estuvieron en la casa de sanación.

En Tulum hicieron una parada de dos semanas, ya que una familia amiga mendocina que vivía allí se iba por ese tiempo al DF y les dejaban la casa a su cuidado. Pero no era una casa cualquiera. Se trataba de una vivienda auto-sustentable. “No tenía ventanas ni puertas y llovió casi todo el tiempo, así que se mojaba todo. Convivimos con ranas, nos picaron muchos bichos y teníamos que usar un baño seco -alternativa ecológica que no utiliza agua-. Mi amiga le enseñó a Álvaro a hacer artesanías, la verdad es que no había mucho por hacer”, relata Milu, una de las estoicas sobrevivientes de la experiencia, inimaginable para muchos.

El viaje continuó con paradas en Bacalar, Palenque y San Cristóbal de Las Casas. En Zicatela, Puerto Escondido, más vivencias memorables les esperarían. A través de CouchSurfing -sistema sin costos de intercambio de hospitalidad- llegaron hasta una casa de sanación. “Nos contactamos con un chico que nos propuso que nos quedáramos una noche y después viéramos. La gente allí va a sanarse espiritualmente. Te alojás, comés sano, hacés yoga, meditación, danzas africanas, etc.”, cuentan.

 

NI 4 México Zicatela
Milu, Maver, María y Álvaro disfrutando de las playas mexicanas.

 

“Llevamos buena energía a la casa, a la gente le caímos bien. Justo cuando estuvimos nosotros, eran todos estadounidenses voluntarios, no había nadie internado. Nos dieron una casa rodante en el patio para dormir. Podíamos vivir y comer allí a cambio de colaborar, cocinando y limpiando por turnos. Teníamos que respetar las reglas de la casa, por lo que había que salir si queríamos tomar café o alcohol, por ejemplo. Pero nosotros éramos los afortunados, como nuestra casa rodante estaba ‘afuera’ de la casa y teníamos heladera y freezer, comprábamos cervecitas y chocolates. Por la noche recibíamos visitas, hasta el encargado del lugar nos golpeaba la puerta ¡para visitar el bar!”, relata Milu.

Mientras tanto, y durante un mes, Álvaro y María trabajaron en una tienda de artesanías y Milu en un restaurante. Álvaro adelgazó casi diez kilos con la dieta vegana de la casa de sanación y se volvió un experto en hacer atrapasueños. Milu se enamoró de las danzas africanas. Pero luego de tres meses en México, era hora de continuar viaje.

Vendieron el auto, repartieron el dinero y se despidieron de María y de Maver. Siempre utilizando como transporte los micros locales, esos que van de pueblo en pueblo, Milu y Álvaro prosiguieron con su odisea.

 

NI 5 por cruzar en velero Panamá -Colombia
A punto de cruzar en velero de Panamá a Colombia.

En Guatemala visitaron San Marcos de la Frontera, Panajachel -lago Atitlán-, Antigua Guatemala y Ciudad de Guatemala. Y en El Salvador, San Salvador y playa El Tunco. “En ambos países vendimos fotografías en la calle. Lo que íbamos retratando en el viaje (www.fotocruda.com), lo imprimíamos en un buen formato y lo exponíamos. A la gente le gustaban mucho, especialmente a los lugareños, que elegían las fotos para decorar sus casas”, cuenta Milu.

Luego vino Nicaragua: León, Granada, Managua, Isla Ometepe y San Juan del Sur. Costa Rica y Panamá causaron un shock en los viajeros. “Todo lo que veníamos viendo eran países más bien pobres, bien latinoamericanos, con muchas raíces y muy baratos. En estos dos lugares nos encontramos con construcciones muy diferentes, con un nivel socio económico superior, con todo mucho más caro. Por algo a Costa Rica le dicen ‘la Suiza de Centroamérica’ y a Panamá, ‘la Miami de Centroamérica”, describe Milu. Disfrutaron conociendo Playas del Coco, Cañas, San José, Cahuita y Puerto Viejo -en Costa Rica- y Bocas del Toro, Nueva Gorgona y Panamá City -en Panamá-.

 

NI 6  Isla San Blas
Las paradisíacas islas del archipiélago de San Blas.

 

En este punto, Milu y Álvaro se encontraron con un dilema para cruzar a Colombia: la región del Darién. Se trata de un área selvática ubicada en el límite de América Central -Panamá- y América del Sur -Colombia-, que ha funcionado históricamente como una barrera natural entre ambos subcontinentes. Por no existir -aún en la actualidad- vías terrestres de comunicación que atraviesen la zona, se le denomina “Tapón del Darién”. Enterarse de la presencia de rebeldes de las FARC -Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- en esa región fue lo que terminó de convencer a los viajeros de que “la aventura selvática” no era recomendable y que cruzar en barco era la mejor opción.

Una de las alternativas más económicas la ofrecía un chileno con su velero. “Éramos como diez personas de distintas nacionalidades y el viaje duró siete días, de los cuales un par estuvimos anclados en las hermosas Islas panameñas de San Blas”, recuerdan.

Ya en Colombia, recorrieron Cartagena de Indias, Santa Marta, Medellín, Ipiales y Manizales. Este último, lugar que eligieron para tatuarse un dibujo cada uno. Álvaro se trajo de recuerdo en la zona de las costillas una nativa con mazorcas y Milu decoró con unas flores su cadera.

 

NI 7. Cartagena Colombia
En Cartagena, Colombia, ciudad localizada a orillas del mar Caribe.

 

En Ecuador conocieron Quito, Mompiche, Atacames, Baños y Montañita. En Perú: Piura, Lima, Ica y Cusco. Y en Bolivia, Copacabana -lago Titicaca- y La Paz.

“En Sudamérica empezamos a acelerar, yo tenía que volver a Mendoza por el bar”, relata Álvaro, al tiempo que recuerda otros “personajes” que los alojaron mediante CouchSurfing, como un nudista en Colombia o una pareja swinger en Guatemala. “Nos prestaron una la mansión que tenían, pero ellos vivían en otro lado. Un fin de semana nos invitaron a una fiesta, a la que finalmente fuimos, ¡estábamos intrigados!”, cuentan.

Couchsurfing, hostels y casas prestadas. Ocio mezclado con ocupaciones bien variadas. Trayectos de viaje y momentos compartidos con seres de lo más variopintos. Y por supuesto, ¡argentinos por todos lados! -“Somos una plaga, en cada lugar adonde fuimos encontramos argentinos, más que cualquier otra nacionalidad”, aseguran-. Adrenalina por doquier, elegida e involuntaria. La sensación de lanzarse desde las alturas haciendo puenting y la de soportar una tormenta de 17 horas mar adentro en un velero que no paraba de sacudirse. Experiencias que “vuelan la cabeza” y derriban cualquier estructura mental. Y que dejan la puerta abierta…

 

NI 8 Muralla Cartagena
La travesía por América -que duró siete meses- sin dudas cambió sus vidas.

 

¿En algún momento pensaron en quedarse a vivir en algún lugar? “En pocos lugares podemos decir que no viviríamos. Ojo, por un tiempo. Ahora no entiendo el concepto de vivir toda la vida en un mismo lugar”, dice Álvaro.

Y Milu agrega: “Conocimos mucha gente con esa filosofía y forma de vida. Sin un centavo en el bolsillo, trabajando para vivir. Te tenés que mantener activo para comer y para seguir viajando. Sin pasar miseria porque no son circunstancias, es una elección. Siempre hay algo para hacer, eso sí, uno tiene que estar dispuesto”.

La travesía sin dudas cambió sus vidas, como individuos y como pareja. Nunca antes habían convivido, y hacerlo las 24 horas del día durante siete meses fue una prueba de fuego, altamente superada. Ambos aseguran haberse sorprendido para bien y ser ahora mucho más compañeros.

“A mí me cambió la amplitud mental, uno siente una libertad cuando viaja que es indescriptible. La libertad de vencer los miedos, porque cuando los atravesás, todo se puede. Nosotros llevamos ahorros, pero nos dimos cuenta que la plata no importa, podríamos habérnosla rebuscando con mucho menos”, asegura Milu.

 

NI 9  Quito
La pareja en Quito, la ciudad capital de la república del Ecuador.

 

“Cambió mi concepto de la vida. A Mendoza no la veo como que volví. O sea, regresé por el compromiso que tengo con mis socios. Pero me di cuenta que todo es un gran viaje. Si querés cerrás la puerta y te vas y tenés una vida nueva y sos la persona que vos elegís ser. En cada lugar al que viajás, podés ser quien vos quieras”, afirma Álvaro.

No titubean en asegurar que lo mejor de su viaje, más allá de los paisajes, fue la gente: “Las diferentes culturas, las historias detrás de cada uno, las distintas formas de vida”. Y otra vez la libertad: “Las decisiones las tomás vos y las consecuencias las sufrís vos. Buenas o malas. ¡Ah!, y no tenés teléfono que atender”.

¿Qué nos falta al resto de los mortales para decidirnos y animarnos a hacer algo así? “Coraje, valentía”, afirman Milu y Álvaro. “Nos faltó parte de Bolivia, el sur de Perú, el norte de Chile, Paraguay, el norte argentino… nos quedamos con las ganas”, concuerdan, mientras piensan cual nómades, en seguir moviéndose de un lado a otro.

 

 

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